El drástico crecimiento de los precios de las casas, mejor conocido como una burbuja inmobiliaria, fue una de las causas fundamentales de la grave crisis financiera en Gran Bretaña hace 7 años.
Ahora los economistas británicos observan algo muy parecido, especialmente en Londres y al sur de Inglaterra.
Sólo durante los últimos 12 meses, el precio promedio de la vivienda se incrementó un 8% en el Reino Unido, pero en algunas colonias de la capital este auge superó el 15 por ciento.
Naturalmente, esta tendencia no es sostenible. Alarmado, el gobierno británico decidió actuar.
George Osborne, secretario de Finanzas de Gran Bretaña, aseguró que quiere «proteger a los actuales y a los futuros dueños de casas, y también a los millones que sufren cuando la burbuja explota».
El Banco Central de Inglaterra, que actúa como el perro guardián financiero del país, recibió el derecho de introducir un paquete de medidas innovadoras: los bancos ya no podrán conceder más del 15% de la hipoteca, cuando el valor de la propiedad supere 4 veces y medio más los ingresos anuales de su cliente.
Además, serán obligados a rechazar a los potenciales clientes con mala historia crediticia.
«Esto es algo nuevo para el Reino Unido. En el pasado, cuando había dudas sobre la fuerza del mercado inmobiliario, la típica regla fue subir la tasa básica de interés. Pero ahora, esta medida puede sofocar la recuperación económica», afirmó el economista Philip Shaw.
El Banco Central de Inglaterra espera que sus nuevos métodos para la contención de la deuda hipotecaria sean eficaces: aunque frenarán un poco el crecimiento económico a corto plazo, prevendrán una nueva y más profunda recesión.