Por fin te has decidido. Después de meses buscando una vivienda que responda a tus necesidades, encuentras una casa en la que te imaginas viviendo. Sin embargo, toda la ilusión se va al traste cuando descubres que detrás de la venta hay una persona sin escrúpulos que quiere estafarte.
Convertirse en propietario es uno de los momentos más importantes que experimentamos a lo largo de nuestra vida. Este paso debe meditarse a conciencia, seleccionando oferta y fijando un presupuesto. Pero más allá de todo el proceso, hay determinados aspectos que pueden hacer saltar las alarmas, por lo que actuar con precaución, dejando a un lado la impulsividad deben marcar nuestros pasos a la hora de comprar una vivienda. Ante ciertas prácticas alejadas de la legalidad, debemos actuar con sentido común y estar prevenidos.
Fraudes y delitos
Desde pisos.com nos aseguran que uno de los fraudes más comunes dentro del ámbito de la compraventa es cuando el que dice ser el titular en realidad no lo es.
Según el artículo 251 del Código Penal, “será castigado con la pena de prisión de uno a cuatro años quien, atribuyéndose falsamente sobre una cosa mueble o inmueble facultad de disposición de la que carece, bien por no haberla tenido nunca, bien por haberla ya ejercitado, la enajenare, gravare o arrendare a otro, en perjuicio de éste o de tercero”.
Para evitar ser estafado, lo único que hay que hacer es pedir una nota simple en el Registro de la Propiedad correspondiente. De esa forma, comprobaremos que vendedor y propietario son la misma persona.
El mismo artículo indica que será castigado con la misma pena “el que dispusiera de una cosa, mueble o inmueble ocultando la existencia de cualquier carga sobre la misma, o el que, habiéndose enajenado como libre, la gravare o enajenar nuevamente antes de la definitiva transmisión al adquirente, en perjuicio de éste, o de un tercero”. Se refiere al delito de la doble venta, es decir, tratar de vender un inmueble a un tercero cuando este ya está comprometido a un segundo a través de contrato privado.
En el mismo párrafo se hace mención a la ocultación de cargas. Este es otro de los delitos más frecuentes a la hora de vender una vivienda. Se da cuando el vendedor no traslada al comprador toda la información relativa a los pagos pendientes que pesan sobre el inmueble. Entre ellos, cuotas hipotecarias, recibos de la comunidad, impuestos o posibles embargos. Para asegurarnos de que todo está en regla, debemos exigir documentación. Por ejemplo, el último recibo del IBI o una carta del presidente de la comunidad confirmando que todas las cuotas ordinarias y extraordinarias están liquidadas.
Entre los peligros que supone comprar entre particulares está el fraude del contrato de arras falso. En este caso, lo que intenta hacer el estafador es hacer firmar al comprador un contrato simulado con el fin de llevarse la señal y desaparecer. Para que este tipo de prácticas fraudulentas no proliferen, lo ideal es contar con asesoramiento profesional o delegar el papeleo en una gestoría o en una agencia inmobiliaria.
Por último, aunque ya no es tan común como antaño, están los tristemente famosos pagos en B. Cuando un vendedor nos ofrezca un descuento en el precio de venta a cambio de pagar parte del precio en metálico, fuera del radar de Hacienda, debemos dar un paso atrás. Lo que pretende la parte vendedora es reducir la plusvalía y pagar menos impuestos, pero el día de mañana veremos que no nos compensa económicamente porque, cuando nos toque a nosotros vender, al escriturar por un precio menor en el pasado, podemos tener que pagar por una ganancia patrimonial una cantidad de dinero muy elevada.